trasplantado,
la sal me atrae a aguas profundas,
fondos abisales,
sin una noche que comience
en la mañana,
sólo largas mesas de tiempo.
Abro los ojos
a este enorme abismo
que carece de nombre,
y solo compruebo
que me esparcieron, exfoliaron,
me perdieron en ajenas latitudes
abandonada de retornos,
aferrada
a un tiempo lineal, sin esquinas,
sin apariciones,
y la leve certeza
que estas viejas cenizas
ya no pasan frío.
Lejos, en las sombras
tus besos perdedores
anidan ilusiones
en tu alma
de manos pequeñas.
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